11 de noviembre de 2018

Una lectura de la vida


Necesitaba leer, hablar con personajes imaginarios, ser otra, viajar en el tiempo y en el espacio, huir de la soledad... En casa sólo había figurillas de porcelana, la guía telefónica y muchos medicamentos para matar la ansiedad. Me tenía que entretener leyendo prospectos médicos y los diversos anuncios que figuraban en las páginas amarillas. Le supliqué a los vecinos que me prestaran algún libro pero sólo un profesor cínico y desengañado que tenía la casa llena de trastos me dejó uno: “A ver si te tragas esto”. Se trataba de un libro de color azul y de páginas amarillentas. Alguna frase estaba subrayada y había comentarios en los márgenes que parodiaban al autor. Recuerdo que se titulaba El banquero anarquista, curiosa paradoja. Lo leí con verdadero fervor pero era demasiado complicado para mi edad. Sólo me quedó el deseo de lanzarle interrogantes a aquel hombre tan raro que había redactado auténticas parrafadas filosóficas. Le hubiera querido preguntar “¿Y sólo se puede ser libre si se tiene mucha pasta?”, pero ya no era posible. ¿Algún libro de consulta me hubiera ayudado? Hablé con el vecino: “Nadie ha entendido a Pessoa, ni siquiera él se entendía a sí mismo. Imita a las chicas de tu edad, diviértete haciendo el chorras. Si creces demasiado deprisa también envejecerás demasiado deprisa y, por si fuera poco, morirás demasiado joven aunque tu corazón siga latiendo. Tienes que ser hormonas, no neuronas”.