22 de octubre de 2013

Una entrevista: un punto de reflexión introspectiva y de meditación sobre la creación literaria


Entrevista realizada para Rey Ardid por el usuario Luciano Bergua y por el voluntario Chechu Segué.

1. ¿Quién te influyó a escribir tu primer relato como escritora?

A ciencia cierta no lo sé. Desde muy pequeña sentía la necesidad de que me contaran cuentos. Era casi una obsesión. Prefería los cuentos que me narraba mi padre a los que me contaba mi madre, hiperbólicos, exagerados, porque los cuentos de mi padre eran inventados y se inspiraban en la naturaleza. De niña también me gustaba idear historias con mis clicks de Famobil. Estas historias a veces eran monólogos discursivos sobre la vida, el entorno, etc. Entre los ejercicios escolares yo prefería realizar redacciones o escribir cuentos que no versaran sobre temas tópicos como las vacaciones, la Navidad... No me gustaban las redacciones que versaran sobre un tema determinado porque frenaban mi creatividad y mi impulso de escribir sobre lo que en ese instante me hacía vibrar, me estimulaba o me inquietaba. Me sentía más libre así. De muy niña tampoco me disgustaban las ciencias pero prefería fantasear que ponerme a resolver un problema de matemáticas. Se puede decir que nadie me influyó, que había un gusanillo dentro que fue realimentándose progresivamente y que mis hermanos apoyaron.



2. ¿En tus libros qué tendencias literarias reflejas en tus páginas que escribes?

No puedo hablar de tendencias literarias. Más bien del influjo de ciertos autores y de algunas de sus obras en la búsqueda de mi propio estilo y de los temas que me sugieren. Cuando leí Modelos de mujer de Almudena Grandes (Madrid, 1960) experimenté un gran impacto. Sus relatos me impresionaron de tal forma que me propuse construir microcuentos y relatos más largos con un estilo ágil, sugerente y de final sorpresivo. Además en aquella época (Realidad Imaginaria se publicó en 1.999) yo quería empezar de cero, con relatos elementales, hiperbreves o no muy extensos. Aunque anteriormente ya había escrito alguna novela me faltaba mucho oficio y mis textos tenían demasiados errores. Primero escribí los microcuentos, pequeños fogonazos de luz que pretendían impactar al lector, y después los relatos que, igualmente, buscaban “engañar”, confundir y no dejar indiferente a nadie. Con Realidad Imaginaria traté de que el lector reaccionase. Con la novela Música en la mochila tuve influencia de varios autores. Me interesaba la prosa poética (prosa cuidada), la musicalidad, el fraseo, los recursos estilísticos propios de la poesía llevados a la narrativa y leí a autores franceses como Flaubert (siglo XIX, a caballo entre el Romanticismo y el Realismo), a Marcel Proust (En busca del tiempo perdido, tomos I y II) y una de las obras más destacadas de Thomas Mann (aunque ya había leído otras): La montaña Mágica. Flaubert es un gran observador, profundiza en la psicología de los personajes, pinta las costumbres de la época, los ambientes, los caracteres. Proust (posterior a 1.936) trata la introspección, el autoanálisis y fuerza lo narrativo con digresiones psicológicas y filosóficas. Además incorpora elementos de otros géneros, como, por ejemplo, las evocaciones. Mann plantea el conflicto arte-vida. De él me interesaron algunos de los temas que trata: la muerte, la enfermedad y el tiempo. Dentro de La montaña mágica destaca la figura del liberal y racionalista Settembrini que se opone al ex-jesuita Naphtha. Ambas figuras representan la dialéctica del autor que es su propio pensamiento dividido. De él precisamente tomé como referencia esos diálogos reflexivos y discursivos. Y de los tres en general la musicalidad (que las palabras sonasen bien), que tuviesen un ritmo cadencioso, un efecto acústico agradable; también la tendencia al intimismo, a la reflexión meditativa, el la profundidad filosófica... Pero en esta obra además hay un gran influjo de la novela picaresca española, de hecho la protagonista tiene mucho de pícara y de “busquiña”. Y como no rasgos personales: toques de humor muy acusados (dicen que corrosivos o ácidos (humor negro)), búsqueda interior, rebeldía contra los cánones sociales y las viejas instituciones (anquilosadas), anticlericalismo y algo que siempre ha existido en todas las épocas, la crítica social.

3. ¿Alguien de tu familia o de tus amistades te dio ánimos para que saliera tu espíritu literario?

Para que saliese mi espíritu literario no. Siempre he necesitado escribir. Sí que es cierto que cuando era niña y adolescente idealicé a mi hermana; me encantaba que me “dictase la lección” de literatura. De todas formas ella se ha inclinado más por la crítica literaria y por la enseñanza que por la ficción. Recuerdo con especial cariño a Antonio, otro de mis hermanos, a él no le gustaba la literatura pero de alguna forma quería hacer suya mi pasión. Por eso me sugería ideas, me pasaba apuntes, quería participar en mi mundo imaginario... Además yo siempre he odiado mi letra (indescifrable y microscópica) y fue él quien empujó a mi padre (literalmente) a una tienda para que me comprase una máquina de escribir electrónica (aquello fue para mí la bomba pues tenía una vieja Olivetti que apenas tintaba las letras aunque aporreases el teclado). También ha habido amigos a los que les he pasado algunos textos, amigos como Luis, Isabel, Javier, Carlos, Ana Belén... y que me han dado una opinión favorable. Carlos incluso se dedicó a hacer un análisis estilístico de Música en la mochila. En los últimos años las personas que más me animan a proseguir con mi empeño en “utilizar” la literatura como búsqueda de conocimiento y como prolongación de mí misma (además de la satisfacción interior que aporta), son Luismi, mi marido, y el doctor Salvanés.

4. ¿La literatura sirve para aliviar o quitarse de perjuicios mentales o sirve para llevar una vida normal?

Personalmente yo siento la necesidad de escribir. Es un impulso constante, una pulsión vital. Sin la literatura me siento incompleta y vacía. Se puede decir que le da un sentido a una vida. Si me quedo satisfecha con lo que escribo me siento fuerte y me da un subidón anímico. Puede que haya gente que la utilice como liberación o catarsis pero, si se da este caso, tendríamos que hablar más de documento psicológico que de literatura. A algunas personas les puede servir llevar un diario, exorcizar sus “demonios” a través de la palabra escrita, deshogarse en papel peo para mí la literatura es otra cosa. La literatura no puede ser sólo una “vomitona” verbal: hay que darle forma, perfilarla, trabajar el estilo, darle un tratamiento artístico... Por eso también hay que adquirir cierta distancia. Si lo que tintamos en un cuaderno es algo muy íntimo, muy personal, el espejo de nuestra enfermedad, difícilmente podremos darle, repito, ese tratamiento artístico que es imprescindible porque no seremos capaces de ver nuestro dolor como simples espectadores. Estaremos demasiado involucrados. Hay muchos falsos mitos (el Bécquer postromántico prendido de inspiración garabateando versos exaltados a la luz de las velas en medio de la noche) pero es falso. Tal vez la idea originaria pueda concebirse en un momento febril, enajenado incluso, pero a la hora de escribir, si pretendemos hacer literatura, tenemos que escoger un momento de sosiego y calma absolutos, de solemne tranquilidad.

5. ¿La literatura es una buena terapia para la gente con problemas existenciales o vitalistas?

Puede serlo aunque la “finalidad” de la literatura es otra bien distinta. Alguien puede reflexionar sobre su problemática existencial o vital y extraer conclusiones que le ayuden a “ser en sociedad” o “para uno mismo”; que le ayuden a reflejarse en un “espejo de papel”, a reconocerse y a hallar su “yo disperso entre tantos otros.” Pero la literatura, como toda disciplina artística, es “inútil” por sí misma, no tiene una finalidad práctica, de lo contrario dejaría de ser arte. El arte que se vuelve útil ya no es arte. A través de él lo único que podemos pretender es alcanzar la belleza, tocar la fibra sensible del lector, alterar su estado anímico, provocar una reacción, conmoverle, mover sus sentimientos... La literatura (o al menos la mía) busca remover estados interiores ajenos al nuestro y provocar un placer estético y sensitivo con palabras, imágenes, sonidos, ecos, figuras, mundos novelados. El lector tiene que traspasar la barrera de lo real y de lo verosímil y dejarse embriagar por una atmósfera inventada; tiene que participar de ese universo ficticio, de ese mundo imaginario, empatizar, simpatizar, odiar y entrar en un lugar donde todo es mentira y todo es verdad al mismo tiempo. El lector tiene que terminar la obra que el escritor ha dejado inacabada y que sólo las múltiples lecturas e interpretaciones completarán del todo. El lector reescribe lo que el autor ha dicho o ha sugerido levemente.

6. ¿En una novela cuál es el porcentaje de verdad o de ficción?

Yo tengo una teoría muy extraña. Todo puede considerarse autobiográfico aunque no se base en la experiencia real del autor. Toda la información que percibe del mundo exterior (o, por supuesto, de su mundo interior) está filtrada por su mirada, sus sentidos, su forma de concebir el mundo y de concebirse a sí mismo. Aunque un autor se documente para escribir su novela escogerá entre multitud de datos aquellos que le atraen más y los interiorizará como suyos. Hay una serie de procesos mentales que transforman siempre lo objetivo en subjetivo y que reelaboran lo que hemos percibido, leído o pensado. Para crear hay que subjetivizar el mundo exterior u objetivo (pretendidamente) y hacerlo nuestro, interiorizarlo. Pero esta extraña teoría mía no significa que lo que narramos sea real. Suele ser un error muy común entre los lectores confundir al autor con su obra. Cuando un escritor narra recrea la realidad, la transforma, la ficciona, la “falsea” sirviéndose de su imaginación y de su fantasía. Para nadie que escriba resulta interesante describir la realidad tal cual es (si esto fuera posible ya que al mirarla la deformamos). Para escribir hay que observar, documentarse, fantasear sobre posibilidades y probabilidades infinitas y para crear hay que crear a partir de algo pero transformándolo porque si no la literatura no sería un acto creador. Ni siquiera la literatura más realista (el realismo sucio) es del todo realista. El realismo sucio se queda sólo con los aspectos más sórdidos y escabrosos del inframundo marginal, de los barrios bajos, del infierno social o personal pero no alcanza a envolver la realidad total y global. Se limita a contar experiencias-límite, vividas o no vividas. Por eso tenemos que preguntarnos primero qué es lo real o qué es lo imaginario. Tal vez lo imaginado tenga más fuerza que lo vivido realmente.

7. ¿El mundo de la literatura es una hoguera de vanidades o refleja la cruda existencia de nuestra realidad?

Ni lo uno ni lo otro. Depende del autor. Hay autores presuntuosos que persiguen el éxito, un éxito fulgurante, rápido, precoz y que escriben novelas realistas que reflejan los aspectos más crueles y salvajes de nuestra existencia con estilo coloquial, directo, sincopado, de frases breves y algo basto. Hay autores que huyen de la admiración ajena y que también reflejan en sus escritos la cruda existencia. Hay autores vanidosos que cultivan otros géneros literarios (la novela histórica o como yo suelo decir la novela histórica sin historia). Al fin y al cabo lo que buscan es que el lector se evada (escapismo), que no piense. La novela histórica está de moda (siempre lo ha estado, en todas las épocas y circunstancias sociales) y es un producto fácil, rentable, comercial, “taquillero”. Al lector, generalmente, no le gusta tomar “conciencia de”, le gusta el mero entretenimiento, la intriga, pasar un rato agradable, distraerse. Pero no todos queremos complacer al lector. Estamos los autores marginales y minoritarios que trabajamos humildemente y que, dependiendo de la novela que queramos escribir y del momento, reflejamos o no la cruda existencia de nuestra realidad. Para mí la literatura es un acto íntimo, privado, personal. Me hace feliz el mero hecho de conseguir el efecto deseado después de trabajar mucho una simple frase, de depurarla, de corregirla, de pensarla.

8. ¿Cuánto te puede llevar el proceso de elaboración de un libro o un relato?

Eso depende de muchos factores: de si mi creatividad está despierta, de la complejidad de la historia, del proceso de depuración, de las múltiples correcciones, de si el lenguaje me arrastra por un camino equivocado (el lenguaje es un gran dictador), de si en medio del proceso de elaboración decido darle un giro (llegar a otro punto), de si encajan o no las piezas (la estructura)... Por poner algunos ejemplos escribí Realidad Imaginaria de forma salteada. Su proceso de elaboración pudo durar varios meses pero no redacté los textos de forma continuada (hubo interrupciones), escribí más relatos y más micro que luego descarté para la selección final y el proceso de depuración no duró mucho tiempo. Escribí Música en la mochila (novela) en tres meses. Sin embargo la estuve corrigiendo durante dos años. Y el relato Los ojos de mi perro lo concebí en unos segundos (curiosamente “viajando” imaginariamente al interior de los ojos de Hansel). Redacté el esquema del relato en una hora, lo escribí en cuatro semanas y no quise retocar nada.
Ahora, sin embargo, estoy en otro trabajo mucho más arduo y costoso. Durante su proceso de elaboración sufro a menudo bloqueos, soy más lenta, quiero madurar más las ideas, necesito de más esquemas o guiones (yo antes escribía sin brújula). Llevo ya alrededor de dos años y aún me queda mucho todavía.

9. ¿Puede tener usos beneficiosos o de bienestar a los usuarios de la Fundación Rey Ardid, la lectura y la comprensión de una obra literaria?

Para toda persona, tenga una enfermedad o no, leer y comprender una obra literaria tiene efectos beneficiosos. La lectura requiere concentración, asimilación, completar la obra (como antes ya he dicho) a base de múltiples lecturas (existen tantas obras como lectores), interpretar, analizar, rellenar los huecos que deja suspensivos el autor con su fantasía (en algunos textos es más lo que se sugiere que lo que se dice), visualizar las escenas, transformar incluso las palabras en imágenes... Además cada autor nos ofrece una mirada distinta, personal, sobre un tema, una circunstancia, nos narra una historia tópica de forma completamente diferente. Eso puede enriquecernos dando más peso a lo que ya pensábamos o por el contrario afilar nuestro sentido crítico. Entonces entra en juego lo diferente (también nos enriquecemos a base de diferencias) la controversia, la dialéctica (imaginaria o real con el autor), el intercambio con otros lectores (estemos de acuerdo o no, nos haya gustado o nos haya resultado indigesto), etcétera. En definitiva leer un libro es siempre estimulante. Nos estimula a nivel cognitivo, intelectual, nos conmociona, nos sensibiliza, mueve nuestros afectos, crea empatía o antipatía, despierta nuestra fantasía... Es un estímulo que va directo a la mente (aunque también podamos percibir ciertas descripciones o atmósferas a nivel sensorial), potencia la inteligencia, nos descubre posibilidades nuevas y puede llegar a convertirnos en personas creativas.

10. Actualmente en esta época de modernidad donde hay tantos adelantos tecnológicos. ¿Tiene existencia la literatura tradicional o se impone la literatura mecánica o digital que impone en esta sociedad capitalista o consumista?

Yo siempre he pensado que los libros (desde el Medioevo a la actualidad) que han pasado a la historia han tenido ya en su época un éxito considerable (o han sido redescubiertos posteriormente). Antiguamente la literatura era oral y no existía como ahora el concepto de autoría ni los derechos de autor. El juglar era casi siempre un ciego que añadía y suprimía del texto original lo que se le antojaba. La literatura era una diversión más. Incluso hasta no hace mucho la gente se reunía en el hogar, al calor de la chimenea, para escuchar viejas historias, leyendas, cuentos de terror, hazañas de héroes...
La modernidad ha traído consigo nuevos soportes, nuevos formatos, tecnología que desplazará o sustituirá al libro tradicional (de papel, de imprenta). Esto ya lo estamos viendo hoy con el libro electrónico. Pero se utilice el formato o el soporte que se utilice la literatura no desaparecerá. Personalmente yo prefiero leer en papel (tal vez porque estoy acostumbrada a ello). A mí me gusta subrayar, realizar anotaciones a los márgenes, trabajar el libro pero también leo páginas Web en la pantalla. En cuanto al consumismo o capitalismo la sociedad ha sido consumista y capitalista con el libro en papel y lo seguirá siendo con el libro electrónico. En cuanto a la literatura como negocio de una pequeña “élite” a mí eso no me afecta en absoluto (soy minoritaria y marginal, como ya he dicho antes) pero lo que sí es cierto es que, si se impone el libro electrónico, habrá muy pocos autores que podrán beneficiarse con la venta de sus obras debido a lo fácil y barato que resulta el intercambio de bienes culturales a través de Internet.

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