27 de septiembre de 2013

Fragmento de una obra inacabada



Aún retumban aquellos timbrazos en mi cabeza. Yo andaba sumergida en una nube de sueño, de vaho espeso que me hacía flotar en la indolencia del abandono más absoluto. Siempre que duermo acompañada me ocurre. El insomnio se esfuma. El calor recorre mi cuerpo, mi vulva gelatinosa se abre y mi amante me acuna en un suave balanceo. Pero aquella mujer, vestida de ejecutiva moderna, con traje y corte de pelo masculinos, el pelo negro azulado, muy corto y una mirada incisiva me sacó de la cama. Yo la miraba con expresión dubitativa e interrogante, esperando algo, tal vez una respuesta al porqué de su visita.
-Soy de asuntos sociales. He venido a formularle algunas preguntas y a contrastar mi información con la suya, pero ya veo... -giró la cabeza para contemplar todo lo que había a su alrededor-. Piense bien lo que dice. Eso le condiciona. Mi primera y puede que última impresión es que usted no puede vivir así.
Mi compañero nocturno, Allan, un negro de enormes ojos azules y cabello rubio (teñido) seguía durmiendo. Por lo visto los ruidos no le importunaban. Parecía un bebé abrazado a la almohada, con la boca muy abierta y el rostro completamente relajado, casi dulce. La trabajadora social (al descubrirme mirándolo de reojo) quiso averiguar si éramos pareja estable o simplemente amantes ocasionales.
“Lo conocí ayer. Parecíamos dos náufragos en la noche, perdidos, desorientados, desubicados...”
Traté de darle una entonación poética a mi discurso, suavizando la voz (esa voz ronca de borracha tabacosa) pero poco a poco, como siempre, fui metiéndome en el papel, confundiendo la realidad con la ficción, las luces del escenario o los focos de una ambientación decimonónica con la tenue luz del corredor.
-Allan quiere abandonar el top-manta, tiene..., algunas “ideas.”
-¿Qué ideas?
-Sí..., decorados, ya sabe, le gustaría ser decorador. Amplios espacios que recrearan atmósferas, viajar sin moverse de casa, un paisaje tropical, dunas en el desierto, nevadas en montes difuminados por la niebla, piedra cubierta de manantiales verdosos..., un recinto donde fuera posible cambiar de escenario y de clima para disfrutar de lo exótico y de lo prohibido.
-¿De lo prohibido?
-Bueno..., tal vez debería haber dicho de lo “inaudito”.
-Pero ha dicho: prohibido.
-Últimamente no me llevo muy bien con el lenguaje. Quería decir que...
-Sí, lo prohibido nos atrae a todos, es una vieja idea bastante manida, no me importa mucho lo que piense hacer Allan. Lo que quiero saber es qué va a hacer usted.

[...]






Creatividad y bloqueo psicológico




Cinco años esbozando ideas y escribiendo posibles historias que nunca he podido acabar (un tema tan crudo como el que trato es una herida abierta) me han dejado desfondada, con el cerebro exprimido y seco y una necesidad de justicia que no llego a alcanzar. 
Mi rostro no me engaña cuando me miro en el espejo y con horror o lástima contemplo la caricatura en la que me he convertido. Cuando me mezclo entre la multitud me disuelvo en nada y cuando estoy con unos pocos amigos siento también cómo les agrede el filo de la enfermedad. 
No soy victimista. Todo el mundo que padece este tipo de dolencias psicológicas sabe perfectamente que, cuando esté a punto de traspasar el umbral de cualquier puerta ésta se cerrará automáticamente como movida por un resorte inhumano. Seamos realistas: seguimos siendo monos de feria expuestos en jaulas circenses. Ahora se llama de otra forma: el estigma. Muy poquita gente puede comprender al enfermo mental. A veces creo que hasta los psicólogos y psiquiatras hacen chistes malos con nuestra enfermedad. No es una paranoia ni una creencia irracional: he visto cómo muchos trabajadores de la salud mental bromeaban con pésimo sentido del humor sobre nuestro comportamiento, precisamente cuando reaccionamos de forma "anómala" porque la herida escuece demasiado.
Yo estoy enferma y trabajo con enfermos. En mi familia también hubo enfermos inolvidables. 
Si os habéis leído el fragmento anterior entenderéis la dificultad de hacer justicia con la situación de discriminación que sufre el enfermo mental. Francamente es lamentable. 
Con mi escritura trato de dignificar lo que ya de por sí es absolutamente digno. Lo que ocurre es que las dificultades del día a día me deprimen a menudo y secan la tinta de mi pluma. Ni quiero hablar de nosotros como si fuéramos los televisados asesinos de turno ni tampoco como si fuésemos héroes de guerra que viven al límite de sus fuerzas. Repito: quiero hacer justicia y para hacer justicia lo primero que tengo que dejar claro es que somos supervivientes de un naufragio que nos ha dejado desnudos en la playa: vivos pero con los pulmones encharcados. 
Además y recordando la frase de aquella mujer que padecía esquizofrenia y que fue entrevistada en un viejo documental de antaño ("la enfermedad mental no te quita la vida pero casi") quiero reflejar nuestra situación con toda su crudeza y con toda la carcoma que nos va minando gracias a esta tan "comprensiva" sociedad que nos discrimina y nos convierte en una marginada minoría de raros e inadaptados. Aún así en la última versión de mi historia (inacabada) brillamos como alucinados y visionarios en estado de plena cordura. Somos creativos, hipersensibles, un poco artistas y grandes filósofos. Cuidado con las verdades que cuenta aquél al que apenas le importa la vida.
No quiero ser maniqueísta y por eso he elegido a un segundo narrador que actúa como contrapunto de la protagonista: una mujer que brilla cuando es niña entre los escombros de una familia nauseabunda con sus juegos de personajes y de ficciones. Tal vez debería haber dicho de una familia desestructurada pero no es un término lo suficientemente rotundo para caracterizar a ciertas familias. ¿Se le puede negar a esta mujer el derecho a ser madre? No quiero polemizar. Si concluyo esta novela ustedes juzgarán. 
El contrapunto del que he hablado se burla de nosotros y nos hiere a través de banalidades superfluas y elucubraciones grotescas. Este segundo narrador es un personaje disparatado y humorístico (en el fondo lo estoy parodiando) que pasa de vivir como un alegre burgués "culterano y erudito" a enloquecer cuando tropieza con la realidad. La ficción, como si fuera un Quijote mamarracho y burlón, terminará enfermándole. A partir de entonces se convertirá en un chiflado que, no sin poca ironía, buscará el rastro de lo irreal y de lo leído en su propia vida. Al final (un final muy lejano si no me ayudáis) ficción y realidad se fundirán en un solo plano. 
Con todo lo que os he explicado comprenderéis lo problemático de narrar una historia (no es autobiográfica pero tiene tintes de realidad) que, en el fondo, genera en mí una fuerte lucha interior. Desgraciadamente cojeo del mismo pie que mis personajes y en ocasiones no sé mantener la distancia adecuada. Ojalá fuera como esos fríos doctores que te empastillan hasta dejarte "medio colgado" y muerto de agotamiento y que pronuncian cuando sales por la puerta de su consulta la orden milagrosa del Cristo que, al parecer, era un mago o un hechicero: "Levántate y anda".

Postdata: sé que es pediros demasiado pero si alguno de vosotros sufre cualquier trastorno o está atravesando un momento difícil o se siente vacío o deprimido me puede contar de forma anónima e impersonal cómo se siente. Así tendré un testimonio más que justifique, valga la redundancia, la justicia a la que pretendo llegar. Necesito voces y ecos que alimenten mi creatividad y que no me hagan sentir tan sola en las largas noches de insomnio o en los días sin sentido.

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